Equivoqué el camino.
Así, durante largo tiempo, sin saberlo, fui un mosquito que volaba hacia el Sur.
Aplicadamente, libremente, agité sin término el élitro bajo mis alas, hacia afuera, siempre, cada vez más lejos del sosiego de los cuerpos.
La sed era profunda, pero yo creía.
Grandes espacios lavándose a la espera de un sol final, pulidos por un viento que adormecía los termómetros. Supe mi error.
Pero volé en concordancia.
Blanca y horizontal era la belleza. Me perdí en ella, viéndola caer de las cimas que pisotearon los grandes pájaros.

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