Yo era un pez abisal.
Me hundí con mi palabra.
Mi palabra crecía hacia abajo, silenciosa, como un foco que cae.
No podía verla, sólo nadar a su encuentro, hacia la fría espesura, sin notar cómo aún más se encendía bajo la presión de las últimas napas.
Ahí, donde la idea de espacio se vuelve difícil, fui un sol de torpe contorno, di mi palabra y esperé.

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